María Teresa Zurita Zamorano.
Nacida en un pueblo de origen costero, Cartaya provincia de Huelva, Andalucía, España el 11 de enero 1944. Hija única, de militar retirado y maestra de escuela. Mujer fuera de su tiempo, polifacética, escritora, poeta.
De gran belleza física y espiritual. Casada por convicción a edad temprana con un hombre de una aldea perdida de Andalucía, sin estudios, muy trabajador, pero sin la sensibilidad, sin el conocimiento cultural.
Salvador, marido de María Teresa, nunca fue al colegio, solo trabaja en una España en la que se sobreviva , y en la que a los estudios solo podía acceder «la gente de bien». Nunca fue al colegio, sin entendimiento al no poder acceder a la educación, se establece un choque de estadio socio-cultural, que se hizo patente en una España de la época de postguerra, donde mandaba sólo la voz del hombre y que Marieta no pudo callar a los maltratos y violaciones repetitivas cada día con la condena de la espera de 16 años de matrimonio, donde la mujer era una propiedad, «eres mía».
Con la ruptura de modelos de los años 80, donde el vicio de drogas, alcohol y las noches de fiesta y sida eclosionaron en una sociedad llena de estereotipos.
Madre de cuatro hijos a los que liberó de la esclavitud de una vida sin futuro encerrados en convicciones heredadas de un hombre inculto.
La segunda mujer divorciada en España, época de los 80, donde todavía hoy se puede comprobar el impreso con el sello folio del águila, en la venida de Buharia, Sevilla, del segundo divorcio en España, en busca y captura bajo el título del juzgado «no presentada por rebeldía».
Amó a sus cuatro hijos, defendió la niñez, los derechos de la infancia. Alma de guerra, pionera y revolucionaria.
Murió en la navidad del 2021 en Jandía, Morro jable, Fuerteventura en el atardecer de fin de año paseando con una de sus hijas y con su perro a la edad de 77 años. Muerte súbita.
Un cigarrillo, vaso de vino con sus botas puestas y su móvil operativo esperando la llamada de sus hijos, una gran sonrisa, sus últimas palabras: «Veo una luz, lo he conseguido». «Siempre os he amado».