Tenía diez años cuando escribí mi primer relato. No sé realmente qué fue de él. Lo que me acuerdo es que lo titulé Los Siete Crímenes de Franckenstein. Hechos en fascículos (en cada uno un crimen) a los cuales dediqué la mayor parte de los recreos del cole.
Fue ya en la adolescencia cuando empecé a escribir como entretenimiento. Era vital encontrar el rato de escribir para poder expresar lo que bullía a mi alrededor. De esa época apenas he conservado un par de relatos cortos.
Tras vivir dentro de la movida madrileña, y después de haber pasado el psicológico síndrome de abstinencia, me convertí en el típico trabajador que te encuentras a deshoras un domingo de madrugada; el que está para que todo continúe. Mi trabajo a turnos que disponía de horas altas y horas bajas fue el que me facilitó el momento idóneo para dedicar tiempo a lo que tenía en mente. No obstante, nunca escribí para publicar. Para mí solo era una afición, una forma de poder con el tedio de la vida.
Sin embargo, quiera presentaros LA HORDA PRIMITIVA (EL RELATO). Me gusta tanto que no he podido resistir a la tentación.
