Un hombre cualquiera es un autor anónimo que los únicos libros que leyó fueron los que le obligaron en el colegio. Un gran contador de historias cuya mente fue bombardeada por comentarios de amistades para escribir la historia de su vida, y, aunque se lo tomaba a guasa, un día, sin saber por qué, se despertó de una siesta durante sus vacaciones de verano con la necesidad imperiosa de hacerlo. Tardó dos años en escribir este libro debido a su dificultad con la palabra, buscando y rebuscando en internet la mejor forma de redactar una expresión o simplemente encontrar el término adecuado. Finalmente, y tras acabarlo, se dio cuenta de que el tiempo mereció la pena.