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Cuando una persona me elige y entra por la puerta de mi consulta, aún no es consciente de que acaba de comenzar junto a mí un viaje de no retorno.

Es muy emocionante comprobar cómo palabra tras palabra, sesión tras sesión, pasito a pasito, esa persona va despojándose de pesados lastres que la asfixiaban, a medida que va avanzando en ese viaje transformador, desde quien fue hasta quien está llamada a convertirse.

Nos encontramos este escenario habitual: ella no sabe por dónde empezar para hacer de su vida un hogar emocional tranquilo. Y mi corazón rebosa de agradecimiento hacia esa persona por confiar en mí y permitirme poner a su disposición todas las herramientas de las que dispongo, para que pueda ser y sentirse libre emocionalmente. Para que pueda vivir su vida y no padecerla.

Me contengo para no adelantarme a lo que sé que nos encontraremos en el camino. Y aunque me muero de ganas por abrazarla, desvelarle hasta qué punto su vida va a mejorar y explicarle con pelos y señales qué se siente al ser libre emocionalmente, prefiero que sea ella quien lo experimente en primera persona. A su debido tiempo.

 

Y me limito a darle las gracias por iniciar su camino de no retorno a mi lado y posibilitarme continuar mostrando al mundo lo que desde el año 2002 me ha aportado la Psicología y, desde el año 1984, la vida.

 

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