Autor

Carlos Martini, más conocido como Carlitos entre sus amigos, formó parte de la generación de 1997 de la Facultad de Ciencias UDELAR, en Montevideo, Uruguay.

En un ambiente propicio a los cuestionamientos constantes, Carlitos supo hacer de las preguntas sin respuestas su característica primordial, siempre sorprendiendo con sus dudas o controversias desafiantes. Y eso fue la tónica que mantuvo nuestro grupo de estudio a lo largo de los siguientes años.

Su estilo de estudio era no estudiar, porque era y sigue siendo de esos extraños seres que aprenden sin proponérselo, había temas que le entraban por los poros sin mediar horas y horas de lectura o memorización en un sillón. Además tenía el despiste de los intelectuales, mucho más ocupados en las interrogantes del universo que en los problemas prácticos y terrenales. En física y en matemáticas siempre sacaba la nota perfecta. Llegaba tarde a nuestra mesa de estudio, tiraba alguna pregunta disparadora y ahí se generaba el debate que seguro interrumpía cualquier concentración en la lectura del tema que nos reunía.  Ni hay que aclarar que el debate resultaba altamente enriquecedor y atrapante, y que por supuesto las posibles respuestas no hacían sino generar nuevas preguntas y plantear nuevos debates que quedaban abiertos.

Nuestro recuerdo de esas largas charlas nos retrotrae a le época en la que dudar y debatir eran una forma de vida. Creo que Carlitos fue un gran promotor de ese enfoque y ni el paso de los años le hizo perder el gusto a la perplejidad que supone poner en tela de juicio todo lo ya conocido.

En esa búsqueda, el autor de este libro solía indagar sobre soluciones descriptivas a través de ecuaciones matemáticas que explicaran su visión de las cosas.

Recuerdo una vez su planteo referente a la clásica bebida uruguaya, el mate: «¿nunca se pusieron a pensar por qué el agua caliente demora más en enfriarse si la dejamos en la caldera hirviendo por más de 5 minutos? Temperatura versus calor», decía él.

Supo también no amedrentarse frente a una prestigiosa profesora y refutar su planteo. Tras la gran revuelta que se generó dentro del aula, terminaron dándole la razón. Al finalizar aclaró con la humildad que lo caracteriza: «lo único que hice fue sumar».

No culminó la formación terciaria de Facultad de Ciencias ni de Facultad de Ingeniería a la cual también asistió. Sin embargo, la inquietud por aprender fue una constante en su vida.

Viajó a España a trabajar de lo que fuera. Nunca dejó de repreguntarse cuestiones básicas y complejas de la vida, queriendo encontrar respuestas a través de ecuaciones propias. Pasaron muchos años para que finalmente Carlitos plasmara en este libro parte de sus teorías  y, como no podía ser menos, cuestionaran y contradijeran algunas de las cosas que la ciencia actual cree tener seguras en respuestas ya enmarcadas. Valió la pena la espera.

 

 

5/5
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