“Cuando nací, no había suficientes habitaciones en el hospital y me pusieron en el pasillo. Crecí entre olivares; me los dio mi padre por apellido. Le daba besos al pan antes de tirarlo y con besos aprendí a hacerme perdonar.
No me gustaban las gachas, pero las cenaba la noche de San Juan para que las brujas no andaran por el tejado. Me encontraba perros y los adoptaba; mi madre rezaba para que no encontrara elefantes. Ayudaba a mi hermano a matar hormigas y escuchaba a mis hermanas a escondidas; pero no me divertía matar insectos y me aburrían los secretos.
Ser niña era muy aburrido.
Hasta que empecé a leer.”
clubdeescritura.blogspot.com
Agosto de 2010.