Autor del Grupo Editorial Letrame

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Escribir es recoger las virutas del alma. Por eso a veces resulta doloroso, pero inevitablemente nos permite bucear donde los interiores humanos en busca de la verdad de la vida, y tratar de encontrarnos con lo mejor de nosotros mismos; también con nuestras incoherencias y nuestras miserias. Y necesariamente viajamos al fondo de las propias entrañas con todo lo que portamos en la mochila: dolor, inquietudes, pasiones, tristezas, preguntas, esperanzas, dudas, alegrías, nostalgias y sosiegos. Claro que las lecturas de quienes comparten el rastro humano que dejamos a veces nos sorprenden. Porque el buen lector ineludiblemente arrastra su propia vida a la lectura, hasta hacerla a veces más grande de lo que es en realidad. Ese saber mirar… Nadie puede desprenderse de lo que es uno mismo.

 

Viví mi infancia con una maravillosa experiencia de ilusión. El más anodino de mis juegos era una fiesta inenarrable. Un viaje era una aventura. Una comida fuera de casa, un lujo. Un libro, la intimidad más fiel; el verano, una explosión de luz y de color. Mi adolescencia, con sus naturales desajustes, se convirtió en una gozosa búsqueda de la vida, donde poco a poco aprecié la plenitud del amor, el valor de la amistad, el misterio de Dios, la paz del silencio, el tesoro inagotable de los sentimientos y el pálpito vital de cada emoción. La juventud me abrió de par en par las puertas de lo HUMANO, con mayúsculas. Aprendí a escuchar las vibraciones de las gentes, a veces similares a las mías, a veces muy diferentes. Porque todos somos iguales, pero distintos. Porque los matices propios de cada uno y cada una enriquecen nuestros propios pensamientos, cuestionan nuestra propia vida y contrastan lo que sentimos. Nada es más hermoso que aprender a descifrar el alma humana. Entonces fue cuando comencé a escribir…

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