La Verdad es una «mina» seria.
Alta y enjuta. Su vestuario carece de colorido.
Rotunda. Es coherente y correspondiente respecto de sus afirmaciones. Cuando habla, no admite explicaciones ni controversias sobre sus dichos.
Es poco frecuente encontrarse con La Verdad.
La Mentira en cambio, es una papusa pizpireta, de sonrisa amplia y mirada jaranera. Es envolvente. Adictiva. Un eficaz placebo para mitigar males.
Alegre y audaz, se envuelve en ropajes de estafas, patrañas, ofertas, promesas y colusiones.
Pegados a su escaparate la veneran -entre otros- los vivarachos, los cobardes, los apocados, los ingenuos y los políticos. Las historias atrapadas entre estas tapas también son mentiras… pero no les tema.
Estas no le harán daño.
