GILBERTO MEZA (Guadalajara, México, 1954).
La mayor parte de su obra es poesía y crónica, quizás por su larga vida en redacciones de periódicos, revistas y agencias de noticias.
O porque al trabajar con algunos de los mejores aprendió que la indignación es el mejor impulso para entender cómo funciona el mundo. Es decir, a hacer las preguntas correctas, porque difícilmente el periodismo tiene las respuestas.
Por eso decidió escribir un largo ensayo sobre la participación electoral en México (Los nuevos electores), y luego una larga crónica sobre un amigo querido (Kapuscinski. San Jorge y el Dragón), y luego de muchos años sin asomarse a la prosa, se encerró por varios años a escribir el libro que el lector tiene ahora en sus manos.
Hace muchos, muchos años, que abandonó las redacciones, pero no pudo extirpar lo que ya entonces consideraba: que el periodismo es fundamental en la lucha por la democracia.
Como ha citado más de una vez, le gustan las palabras que se le atribuyen a Lutero: «Si quieres cambiar el mundo, toma la pluma y escribe». Piensa, junto con aquel, que la escritura nos sirve para ir perfilando el mundo que deseamos, pero también para no olvidar el pasado. La escritura, piensa, es nuestra ayuda de memoria, una que necesitamos hoy más que nunca, porque es principio de la indignación que nos hace más humanos.