El autor ya escribía poemas desde temprana edad —desde los 10 años… tal vez desde los nueve—. Y este «escrito», entre comillas, a continuación que guardó en su memoria y que ahora está en la portada de esta historia —que también es poesía… de amor y de pasión—.
«El sol despunta en la encumbrada cima, salvando montes, selvas y montañas. Y coloreando los setos y cabañas… con deslumbrantes colores de anilina».
Cuatro versos que forman una estrofa. Recuerdos del autor a sus nueve o diez años.
Que tal vez fuera un poema que quedó en el olvido. «Recuerdo que eran cuatro estrofas» rememora este. Y luego, continúa: «El poeta, desde niño, mira las estrellas por la noche… y medita lo que escucha; de dios; de los milagros… de la vida. De las historias de hombres… y mujeres —como esta historia de Horacio— y que, el autor, desde niño, nace con esencia de poeta, observa despuntar el sol, detrás de la montaña. Mira a la luna y sueña… ¡Siempre sueña! Y ve morir el sol… no solo como puesta. Sino como un ocaso, donde muere el día y se despide el sol. Dejando estelas del color del fuego por encima del mar; ¡increíbles colores de naranja intenso y rojo fuego!
Que hacen suspirar… Hasta a quien no es poeta.
… Si conoce el amor.
José Manuel Infante Guevara. Bulganin.