María José Ferruz estaba predestinada a ser una mujer curiosa, a ver mundo, a observar el ir y venir de los demás y, al mismo tiempo, a tomar nota de todo cuanto ocurría a su alrededor. Pretendía con ello conocerse mejor, ampliar sus horizontes, aprender del paisaje, del arte, de la literatura. En una palabra: de la vida.
Parece lógico, teniendo en cuenta que nació en el barrio de Gracia, en Barcelona, el 8 de mayo de 1963, un barrio salsero y gitano lleno de artistas como El Gato Pérez, Peret o El Pescailla, por lo que su influencia no la dejaron indiferente ni un solo día. Eso y además el uniforme del colegio de monjas, que la marcaron para siempre. Siendo apenas una adolescente ya supo que necesitaba la música para sobrevivir, el mar para navegar y los hombres para amar. Con quince años todo le llamaba la atención. El traslado de su familia hizo que se fuera a vivir a Granada, y cumplidos los veinte, decidió estudiar Peluquería en Barcelona con uno de los grandes, Llongueras. Su profesión la llevó a viajar a ciudades europeas como París, Milán, Colonia o Amsterdam, entre otras, para perfeccionar las técnicas que nacían continuamente y a las que ella no dudó en acudir. Madre de dos hijos, durante un tiempo vivió a caballo entre Madrid y Barcelona, y ni siquiera la maternidad la detuvo para montar dos salones de peluquería en Granada, ciudad que adora y que descubre palmo a palmo con pisada de mujer curiosa.
Desde la atalaya de su trabajo, fundamentalmente público femenino, su imaginación absorbe conversaciones sueltas, palabras que se quedan en el salón de la peluquería y que ella, como gran cazadora de letras en el aire, coge al vuelo y las convierte en historias inventadas…
Es el caso de la primera novela que ahora tenéis entre las manos, Lemon Rock, un libro sincero en el que María José Ferruz ha demostrado su habilidad para ponerse en la piel, no de una, sino de muchas mujeres. Mujeres que son como las protagonistas de su historia, reales, tiernas, amigas de sus amigas y confidentes ante el dolor que a veces lleva aparejado el amor.