J nació entre dos mundos: la piel del Mediterráneo y la memoria del desierto. Creció en Valencia, pero su sangre arrastra el eco de raíces marroquíes, de luchas no dichas y silencios heredados.
Comenzó a escribir a los 12 años como quien lanza un salvavidas al vacío: para salvarse la cabeza, para no romperse del todo. Primero fueron letras de rap reescritas, luego versos propios con más preguntas que respuestas. Hoy, sus textos son trincheras y refugio.
Escribe poesía cruda. De esa que no busca agradar, sino golpear. Cada frase suya es una cicatriz con nombre y apellidos, un disparo sin bala, un abrazo a los que sobreviven de puntillas. Los traumas y la resiliencia atraviesan su obra como un hilo rojo: sangre que no se esconde, dolor que no pide permiso. Sobrevivió a la muerte más de una vez, y cada vez volvió escribiendo. Porque J no escribe para entretener, escribe para recordar que estar vivo es una revolución.
Paranoias de un Pitbull es su primer grito convertido en libro. Ya trabaja en su segunda obra, porque hay verdades que aún no han sangrado lo suficiente.
