Soy una persona reservada, marcada por mu-
chos miedos que, en el pasado, me impidieron
avanzar. Hoy, esos miedos se han convertido en
mis aliados, recordándome que el coraje se en-
cuentra justo al otro lado de ellos. Amo a los
gatos, esos compañeros silenciosos, y amo pro-
fundamente a las personas tal y como son. Mi
habilidad para ver lo bueno en cada individuo
me permite conectar con la humanidad desde
un lugar de aceptación y comprensión.
Hace 18 años encontré mi hogar en Málaga,
España, un lugar que me ha dado tanto en los
momentos felices como en los más difíciles.
Aquí, al lado del mar, siento que pertenezco.
Cada mañana, las olas del Mediterráneo son mi
terapia; caminar por la orilla me permite soltar
cada pensamiento negativo, sintiendo cómo el
agua se lleva las preocupaciones con cada ola.
Estoy casada con un hombre increíble, un com-
pañero de vida que me sostuvo cuando más lo
necesitaba, y su apoyo ha sido un faro constan-
te en mi camino hacia la sanación. Mi corazón
está profundamente conectado con la escritura,
y la naturaleza es mi musa. Me pierdo en lar-
gos paseos por paisajes que parecen hablarme
en cada hoja que se mueve y en cada gota de
lluvia que toca la tierra. Esos momentos de paz
se convierten en las raíces de cada palabra que
escribo. Bajo el cielo abierto, con mi cuaderno
en mano, dejo que mis pensamientos fluyan,
transformando la calma en inspiración.
El trauma que atravesé no me definió, pero sí
se convirtió en la base desde la cual construí mi
vida y mi obra. El viaje de una mente perdida na-
ció de mi deseo de compartir las lecciones que
aprendí en la oscuridad, brindando esperanza a
quienes también enfrentan sus propias batallas
internas. Mi vida es un testimonio de la resilien-
cia y la posibilidad de encontrar luz incluso en
los momentos más sombríos.