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Cuando de pequeña la profesora de matemáticas preguntaba en clase qué número era el mayor entre el 5 y el 8, yo era la única que los medía con la regla. Más tarde, esa misma profesora habló con mis padres para preguntarles si yo tenía algún déficit de atención. No fueron días muy felices en aquel entonces. No entendía por qué pensaba diferente al resto de mis compañeros.

 

Crecí, hice Comunicación Audiovisual y más tarde inicié la doble Licenciatura en Periodismo. Comencé a hacer mis prácticas en un medio económico pensando que el Dow Jones era un equipo de baloncesto. Siempre me ha apasionado el teatro, por eso nadie pudo darse cuenta de que no había estudiado economía en mi vida.

 

Entonces, me di cuenta de que a lo mejor es que yo no había nacido para ser arquitecto, o economista, o periodista, sino para pensar «de otra forma». Por ese motivo, entré en el mundo de la creatividad, la publicidad y, además, de la interpretación.

 

¡Ah! ¡Por cierto! A los 23 años, volví al mismo colegio para decirle a aquella profesora que, por supuesto, yo no tenía ningún déficit de atención y que son justo la pequeñez, sencillez y diversión de un niño, las herramientas necesarias para apostar en la vida, hasta con 100 años. Hoy, sigo pensando igual que entonces. Sigo midiendo con la regla los números para saber cuál es el más alto.

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